
8 de marzo, Día de la Mujer… emprendedora
En un año marcado por la crisis sanitaria, llegamos al 8 de marzo, Día internacional de la mujer, jornada que este año se celebra bajo el lema “Mujeres líderes: por un futuro igualitario en el mundo de la Covid-19”.
Nietas, madres, abuelas, compañeras, trabajadoras, cuidadoras, políticas, amigas, científicas … todas somos mujeres y todas, de alguna forma, somos emprendedoras en el más amplio sentido de la palabra. Más allá del significado puramente económico de la palabra, y tomando como referencia el origen etimológico de “persona emprendedora”, podemos afirmar que las mujeres emprendedoras son constructoras del entorno, facilitadoras de cambio; piensan, razonan y actúan en busca de respuesta a oportunidades y necesidades; calculan el riesgo; se adaptan a los cambios; humanizan el entorno y tienen una visión global de la realidad.
Retomando el significado económico de “persona emprendedora”, al acceso de a la mujer al ámbito empresarial, pese a sus capacidades emprendedoras, no ha sido sencillo. Según el informe GEM (Global Entrepreneurship Monitor) 2019-2020, “se observa que son menos las mujeres que se deciden a crear su propia empresa y acaban haciéndolo, y además encuentran más dificultades en la puesta en marcha. La tasa de emprendimiento femenino es aproximadamente tres cuartos de la de hombres. Este progreso lento de la participación de las mujeres en la creación de empresas nos debe hacer reflexionar sobre los factores que conducen a esta situación y sobre la efectividad de las políticas que buscan mejorar las condiciones para facilitar su implicación en las iniciativas de emprendimiento.” Los factores que influyen sobre el menor emprendimiento femenino abarcan diferentes aspectos, relacionados con el contexto (familiar, relacional e institucional), los recursos necesarios para poner en marcha o consolidar una actividad económica (humanos y financieros), el tipo de empresa que ponen mayoritariamente en marcha las mujeres (por necesidad, menos tecnológicas, pequeñas y dirigidas a servicios) y sociales (valores, creencias y motivaciones).
Desde el inicio del siglo XXI, el índice TEA (porcentaje de la población de 18 a 64 años involucrada en actividades emprendedoras en fase inicial) diferenciado por género, ha mostrado una mayor propensión a emprender por parte de los hombres, si bien la brecha existente ha ido reduciéndose. El dato general, refleja a nivel estatal una tendencia estable por encima del 6% desde 2017 (5.2% en Navarra), lejos del promedio de otras economías desarrolladas, con valores cercanos al 10%. Sin embargo, el informe GEM muestra que la TEA femenina en 2019 fue del 6,0%, frente a un 6,3% de la masculina. Esto supone que el 48,4% de las personas emprendedoras son mujeres, frente al 51,6% que son hombres en 2019.
La crisis provocada por la COVID-19, ha cambiado sin embargo este escenario de progreso y puede llevarse por delante los avances alcanzados . Además de las dificultades que atraviesan muchos sectores (y que no distinguen de género), las mujeres emprendedoras han debido y deben afrontar nuevos retos, relacionados con diferentes factores. Existen factores propiamente económicos (las emprendedoras sufren más la crisis porque su presencia es mayoritaria en el pequeño comercio y el turismo, los sectores más afectados por la parálisis), existen también factores socio-culturales (dificultades añadidas para la conciliación con la vida familiar) y mayores problemas de acceso a la financiación.
Como decían nuestras abuelas “para muestra un botón”, y el emprendimiento en la Ribera de Navarra, no ha sido ajeno a la crisis por la COVID-19. Tomando datos del servicio de emprendimiento, en 2017, y por primera vez desde que se estudian los datos cualitativos del área, el número de mujeres atendidas en el servicio de emprendimiento fue superior al de hombres (52%), dato que se repitió y consolidó en 2018 y 2019 (55% y 51% respectivamente). Esta tendencia, se ha invertido sin embargo a lo largo de 2020, año en el que fue mayor el porcentaje de hombres atendidos con respecto a las mujeres, siendo respectivamente del 53% y 47%.Si comparamos el porcentaje de altas en el IAE de actividades apoyadas desde Consorcio EDER durante 2020, comprobamos que también es superior el porcentaje de altas entre hombres (59%) Cabe mencionar que en 2018, y por primera vez, fueron superiores las altas entre mujeres, dato que se repitió en 2019; sin embargo, este año, como en periodos anteriores a 2018, vuelve a ser superior el porcentaje de altas entre hombres.
En este entorno de crisis, es necesaria la visión para convertir el reto de la pandemia en oportunidad. La visión de Consorcio EDER es clara desde su nacimiento: trabajar por una Ribera cohesionada, que se desarrolle de una forma integral y participada, en la que primen los principios de igualdad, justicia y sostenibilidad… una tierra en la que el 50% de nuestras paisanas, las mujeres, tienen mucho que aportar, una tierra en la que Consorcio EDER y el equipo humano que lo formamos, seguiremos apostando por proyectos que contribuyan a crear entre todas y todos, una Ribera mejor.
Yo no deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas. Mary Wollstonecraft